miércoles, 7 de noviembre de 2012

Un sábado en Segovia (segunda parte)

MONASTERIO DE SAN ANTONIO EL REAL

 20 de octubre y 10 de noviembre de 2012

por Esther Dorado Matos


Nos recibió la que iba a ser nuestra guía Mª  Jesús, una mujer  menuda, que a la vez irradiaba, fuerza, inteligencia y misticismo espiritual por todos sus poros, al terminar la visita a todos nos dejo impactados.
Primero una breve historia del sitio que vamos a visitar, para ponernos en situación.
El monasterio de San Antonio el Real, es un complejo monacal, de estilo Gótico del periodo del Siglo XV,  En 1455 Enrique IV de Trastámara y rey de Castilla, hermano de Isabel la Católica (1425-1474)  mandó construir en la finca “El Campillo” un palacio de recreo, poco después lo donó a los franciscanos convirtiéndolo en un convento.  El 12 de abril de 1468, ya con los Reyes Católicos, se cede a las Clarisas franciscanas convirtiéndolo en un convento  de clausura que se ha mantenido hasta la actualidad (en el viven ahora unas nueva mojas, según nos indica Mª  Jesús),   En una inscripción que existe en el coro de las monjas se puede leer “hizo este monasterio el Rey Don Enrique IV  y dotolo la Reina Doña Isabel”.
Ahora nuestra visita.


Entramos precedidos por la guía y Carmelo nuestro profesor, en principio tenemos la iglesia, quedamos maravillados por el hermoso altar muy dorado que nos muestra un gran expositor y tallas de Santa Clara, San Antonio y San Miguel; en el ático una Virgen de la Paz del Siglo XVI.  La heráldica del retablo es de los Borbones.
Nos detenemos ante el retablo de estilo flamenco/barroco, del taller de Bruselas del Siglo XV en madera de nogal con más de cien figuras representando la Pasión de una forma teatralizada, tallado por artistas que nos sorprenden en su maestría   Con una moneda se ilumina el interior y con todo detalle Mª  Jesús  enfocando con una pequeña linterna nos introduce en él dándole vida. Cuenta con imágenes la muerte y resurrección de Jesús, al fondo la bajada de cristo de la cruz, la Verónica, Magdalena, los caballeros y soldados montados a caballo, el pueblo; una obra única.
Nuestra guía se vuelca en alabanzas al Rey Enrique IV por haber sido un rey generoso, altruista y gran mecenas del arte, que tuvo a bien donar a este Monasterio, cuyo tesoro ha sido cuidado con gran dedicación conservándolo para el deleite de nuestra generación y las venideras, por las hermanas Clarisas de clausura, sin ellas estos tesoros no estarían aquí ahora.
Alzamos la vista y que preciosidad el falso techo, artesanado mudéjar , de limas moamares con lacería de diez tallado en madera de pino de Valsain como todas las techumbres del monasterio y  que no tienen  nada que envidiar a los de la  Alhambra de Granada o el  Alcázar de Sevilla.
Como todos o casi todos obtuvimos el folleto donde esta explicado con todo detalle el  tesoro artístico que pudimos admirar en nuestra visita,  de ahora en adelante solo voy a redactar los detalles a destacar o que, en opinión de esta vuestra “cronista aficionada” le parecieron interesante de recordar.
Hace hincapié la guía, de que en todos las obras está la presencia de la fusión de las dos culturas, que son la gran base de la historia de nuestro pueblo, España.
Los techos de todas las estancias son de estilo múdejar, de madera como hemos dicho anteriormente, a destacar el color rojo florido y en simetría..  Barro en los pisos, yeso en las paredes y madera en los techos, todo natural y a la vez una decoración hermosa, nos hace sentirnos relajados, bien, rodeados de paz, sin artilugios.   Los pisos de barro lucen relucientes a pesar de los años, gracias al trabajo abnegado de las mojas durante generaciones.
Nos hace gracia la curiosidad de una cuerdecita que servia de altavoz o móvil para  llamar a las monjas, un toque Sor María, dos Sor Inés. 
El Claustro, merece un capitulo aparte.
Nos embarga una sensación difícil de explicar, es introducirnos en el pasado pisar el suelo de piedra caliza y granito original y contemplar la lacería ataujerada de ocho intacta que cubre todo el claustro.  Podemos asegurar que es único en España.   Es luminoso y en el se pueden  apreciar  bellos cuadros que aunque no son de firma son bellos.
Entramos en el jardín , la arquería se cerró en el Siglo XVII  a causa del frío y así el cerramiento salvo del deterioro a la madera, al igual que ahora una red en la fuente , la salva del desgaste que pudieran hacer las palomas.
El Refectorio, es una sala luminosa, donde comían las monjas,  la preside un mural pintado posiblemente por las mismas, en el Siglo XVIII , que nos muestra a San Francisco, San Antonio, San Juan Bautista, San Buenaventura, Santa  Rosa de Viterbo, San Juan Evangelista, San Pedro, San Pablo, San Bernardino de Siena y la Sagrada Familia, en un estilo muy infantil, hoy diríamos que “naif”.  Vamos que estaban muy acompañadas.  Un banco corrido servia para sentarse, cada monja tenia su sitio y detrás unas taquillas donde guardaban cada una sus utensilios, como plato, taza, cubiertos, etc.
Sería interminable plasmar en unos folios todo lo que vimos, admiramos y observamos, así que llegamos al final,  “el paraíso” según Carmelo, que como siempre con su discreción y saber estar, se quedo en segundo plano durante la visita, sin quitar ni un ápice de protagonismo a la entusiasta guía.
La Sala Capitular.  Aquí nos hacen sentar, estar en silencio, relajar nuestros cuerpos y almas y prepararnos casi levitando para escuchar al orador.
Mª  Jesús nos explica  hasta los más mínimos detalles de esta estancia  y no solo lo que vemos, sino el mensaje que surge de cada rincón.  Techo hermosamente trabajado y estudiado, ochavada de limas moamares con lacería formando ruedas de nueve y doce y casi al alcance de la mano, pues al ser un falso techo está muy bajo, nos envuelve  y encanta.  Es la sala más importante del Claustro , donde se reunían para resolver todos los asuntos del Convento. En el almizate vemos el mocárabe, la piña, la bellota y la uva y la heráldica de Castilla – León,  Castilla – León con Portugal y las llagas de San Francisco que fueron hechas sobre una lámina de plata que no ha resistido el paso del tiempo, por lo que están negros los escudos.
A nuestra guía según nos habla, se le ilumina el rostro, se llena de entusiasmo a cada palabra, parece que estuviera en el escenario de un gran teatro representando una obra inmortal hecha poesía.   La mujer que tenemos en el centro de la sala no es bonita, es una persona corriente, menuda, pero según habla, parece engrandecerse ante nosotros, su cara se ilumina y cuando termina, estoy segura que todos nos abríamos puesto de píe aplaudiendo.
Al salir creyentes y no creyentes, nos sentimos como si hubieramos visitado un rincón  del  cielo.

1 comentario:

Segun dijo...

Gracias Ester por la crónica, no pude ir, pero parece que he estado alli.